Con temple de acero

Ese es el requisito que debe tener el hombre que busca Mattie para que le ayude a saldar la deuda que el asesino de su padre contrajo con ella: que tenga temple de acero. Cogburn (Jeff Bridges) lo tiene, pero también es un alcohólico y un poco desvergonzado pistolero. Así que Mattie no se dejará engañar, no será una contratación que hará él solo. Ella quiere presenciar cómo se consuma su venganza. Así, el ahora envejecido Gran Lebowski y Mattie (Hailee Steinfeld), una niña de 14 años, emprendren un viaje muy incierto por lugares inhóspitos y hostiles.
Mucho se ha hablado de la actuación de Bridges (brillante, simplemente brillante) y de Hailee (no sé de dónde sacaron los hermanos Coen una niña tan dueña de su papel), pero la película es un despliegue de talentos. Todas las actuaciones son soberbias. Pareciera una travesía como la de Alicia en el país de las maravillas en donde nada tiene sentido, la lógica pierde su ruta y las cosas se transforman, sólo una cosa parece importante: continuar el camino. Los personajes aparecen y desaparecen como el gato Cheshire (¡incluso en un árbol!): sin razón de ser. Pero en Temple de Acero caen en un mundo en el que la mayoría sale sólo muriendo. Es una película sorprendentemente bella que describe de una manera muy cruda el viejo oeste, donde no hay lugar para los débiles, pero también aparece ese viejo juego en el que una joven y un viejo viven una epifanía: Si Mattie se enfrenta a la vida, Cogburn recobra vida. Al final, la venganza no resulta dulce (ni siquiera saboreable) y esa niña inmune a todas las muertes de seres humanos de las que fue testigo, es capaz de llorar por la muerte de un animal (también fue la que más me dolió a mí), como si él fuera el ser más digno y estable en ese ir y venir de vidas sin sentido. Y es que ese caballo, a quien Mattie prácticamente rescató del matadero, también tenía temple de acero. Cogburn es un viejo que, como todos los viejos, necesita quien escuche todo lo que ha vivido o aprendido, así, en ese recorrido presente, también se nos traslada a un pasado sin rumbo, que solo se vive. Sin la acidez e ironía de Cogburn, la historia sería demasiado cruda, aunque en ese mundo, la ironía sólo puede ser mordaz.

Hailee fue estupenda, pero Bridges sigue siendo el El gran Lebowski. La epifanía también es nuestra.

Acerca de Blanca

Soy yo y todas mis confusas personalidades.
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Una respuesta a Con temple de acero

  1. Blanca dijo:

    Cuando pregunté a mis amigas si habían visto Temple de Acero (yo ya la había visto), me dijeron que tuviera cuidado en ir a verla porque estaba dirigida por los temibles hermanos Coen (los directores, dijeron, de Sin lugar para los débiles, Fargo y otras películas crueles). Así que cuando leí la reseña de Diego Batlle del periódico la Nación (argentino) me dio mucha alegría darme cuenta que hay personas que siguen a los hermanos Coen. Pero no sólo eso, la reseña está muy documentada y aporta datos que hacen más disfrutable la película: la comparación con la versión de 1969 de esta misma película (el único papel que le otorgó premios a John Wayne) y la anotación del libro del que fue sacada. Les recomiendo que lean esa reseña. Yo no he leído el libro ni recuerdo haber visto la película (¿la habré visto?), pero entre mis pendientes ahora figuran esas dos cosas.
    Una anotación: Bridges recibió el óscar el año pasado por su actuación en Crazy Heart (una película para fanes de la música country, en la que Bridges hace gala de toda su versatilidad, pero que no ofrece mucho más) en la que también hacía un papel de alcohólico perdido. Dos nominaciones seguidas por papeles de borracho algo le tienen que estar diciéndo.
    NOTA para los que lean la reseña de Diego Battle: Los comentarios a la reseña, bueno, no vale la pena detenerse en ellos.

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